Como sociedad, siempre hemos remarcado que debemos lucir fuertes, serios y grandes para sentirnos seguros y con confianza. La mayoría del tiempo lo hacemos dejando de lado nuestra esencia femenina —esa que es fluida, sutil y que expresa constantemente amor— porque sentimos que es la más débil, la que se ve como “menos” en comparación con la “fuerza masculina”.
Desde pequeños, nos muestran, tanto en las películas como en nuestra vida cotidiana, que los hombres tienen más poder que las mujeres. Lo vemos tanto en la manera en la que hablamos sobre las diferentes características de cada género como en la forma en la que actuamos con cada uno. Esa es la razón por la que deseamos usar ropa oscura y chaquetas, dejando de lado el color, el brillo y la infinidad de opciones que tenemos al vestirnos. Pero…
¿Por qué nos aferramos a la energía masculina a la hora vestirnos?

Cuenta la profesora de Nottingham Trent University, Carrie Paechter, en The SAGE Handbook of Gender and Education, que la hiperfeminidad es percibida como “una posición sin poder, una que está definida por la ausencia del poder inherente no solo en la masculinidad hegemónica, sino por virtud del patriarcado y, el constructo dual de masculinidad y feminidad, todas las masculinidades”. Las mujeres son vistas como personas empáticas, sensibles y amables, en comparación con los hombres que son asociados con adjetivos como: fuerza, confianza e imponencia. Pero esto es algo que sucede desde la antigua Grecia, donde las mujeres eran vistas como propiedades, casi como esclavas, mientras que los hombres eran sus dueños.
Las mujeres siempre han tenido menos oportunidades que el sexo opuesto porque muchas veces son consideradas como menos capaces o superficiales si tienen una apariencia afeminada, según cuentan en Femininity, science, and the denigration of the girly girl, para el British Journal of Sociology of Education. Entonces, al omitir este constructo y adoptar la imagen masculina, sentimos que cobramos fuerza, que tenemos más presencia en comparación con el resto de las mujeres. Al usar pantalones, chaquetas y oxfords, nos parecemos más a ellos.
Y esto no debería ser así…
No le tengas miedo a tu poder femenino

Dentro de tu feminidad, hay poder. Somos capaces de hacer miles de cosas si podemos conectar con nuestra empatía, sensibilidad y entender el mundo de una manera distinta. Podemos expresarnos a través de colores brillantes, texturas y accesorios que cuenten algo sobre quiénes somos. Porque en todo hay poder, no depende de lo que nos ha estado diciendo nuestra sociedad desde hace cientos de años.
No somos ni blanco, ni negro… somos matices

Como hombres y mujeres, tenemos elementos de los dos géneros. Hay elementos que nos pueden atraer de los hombres y viceversa. Somos una mezcla de las dos cosas, no tenemos por qué huirle a ninguna de las dos. A través de la ropa, podemos explorar diferentes facetas de nuestra identidad. En faldas y vestidos, existe fuerza, en colores brillantes, hay creatividad. No somos ni sol, ni luna, somos los dos. Podemos escoger cómo brilla. No debemos tenerle miedo a ninguna de las dos opciones. No le tengas miedo a lo que dirán, simplemente sé tu yo más auténtico.